Vivimos corriendo. Entre pendientes, trabajo, los estudios, redes, familia, el “sí puedo con todo” y el “ya casi descanso”, a veces ni notamos que estamos hartos. Que algo dentro de nosotros está al límite, aunque por fuera sigamos sonriendo o diciendo “todo bien”.
El estrés se ha vuelto tan común que lo normalizamos. Pero la neta es que vivir estresado no debería ser nuestro estado base. No está cómodo sentir que todo cansa, que nada emociona o que siempre estamos en modo “aguantar”.
Cuándo el estrés se queda a vivir con nosotros, empieza a pasar factura: pudieras empezar a sentir que te cuesta dormir o te despiertas agotado, que estás irritable o te sientes triste sin razón clara.También que tu cabeza no para: mil pensamientos, cero calma. Por otro lado, te puede costar concentrarte o te da ansiedad hasta decidir qué cenar…y al final empiezas a sentirte desconectado de ti y de los demás.
Y sí, el cuerpo también habla: dolor de cabeza, tensión en la espalda, problemas digestivos, gripas constantes… Tu cuerpo está gritando lo que tú estás callando.
Entonces, la terapia sí te puede ayudar porque no hay que olvidar que no es sólo para “los que ya no pueden más” o “los que tienen problemas graves”. Ir a terapia es como llevar tu mente al nutriólogo o al gimnasio: es autocuidado, no emergencia.
Entender qué está pasando contigo (spoiler: no todo es estrés, a veces hay tristeza, burnout, enojo o hasta cosas que arrastras sin darte cuenta).
Aprender a poner límites sin culpa. También bajarle al autosabotaje o al “yo puedo con todo aunque me esté cargando la fregada”.
Encontrar formas reales de descansar (no sólo ver series hasta dormirte con el cel en la cara).
Y por qué no, recuperar tu centro, tu energía, tu paz.
Y no, el terapeuta no te va a decir qué hacer con tu vida. Pero sí te va a acompañar a entenderla, a cuestionarla y a vivirla con más claridad y menos carga.
Ir a terapia no es rendirse. Es empezar a cuidarte en serio.
Si has sentido que ya nada te entusiasma, que todo es un “deber” o que estás sobreviviendo en lugar de viviendo, no tienes que estar al borde para pedir ayuda.
A veces solamente necesitas un espacio para pausar, soltar, hablar sin filtros y respirar profundo. La terapia es ese espacio.
Y si esto te hizo ruido, tal vez sea el momento de darte chance. Porque sí, mereces sentirte bien. Y no, no estás solo/a.
Luma Connect te puede echar la mano en esto para que no sea una batalla extra encontrar al terapeuta que mejor te pueda acompañar en tu proceso.
Luma Connect lo hace por tí.