Hoy en día, hablar de “autocuidado” se ha vuelto parte de la conversación de todos. Con sólo abrir Instagram, TikTok o YouTube encuentras cientos de publicaciones que te invitan a practicar el “self-care”. La mayoría de esas imágenes muestran masajes relajantes en un spa, velas aromáticas, mascarillas, baños de espuma, cremas milagrosas, etc. Y aunque todo esto puede ser agradable y reconfortante, existe el riesgo de confundir el autocuidado con el consumismo.
Cuidarse no es lo mismo que comprarse algo para sentirse bien por un momento. El autocuidado verdadero va mucho más allá y no es tan atractivo ni tan glamoroso como lo que frecuentemente encontramos publicitado.
Las marcas han encontrado en el autocuidado un nicho millonario. Nos convencen de que comprar productos equivale a cuidarnos. Un tratamiento de belleza para relajarte después de un día difícil, una crema que promete renovar tu autoestima o una bebida energizante que asegura darte paz y vitalidad.
El problema es que esto es algo pasajero: calma momentáneamente, pero no soluciona la raíz del malestar.
También pudieran generar una especie de dependencia, es decir, nos hace creer que necesitamos “algo externo” para estar bien. De alguna manera desvía la atención de lo que realmente necesita nuestra mente y nuestro cuerpo.
No se trata de satanizar o quitarle valor a estas prácticas o productos, sino de reconocer que son sólo la superficie de algo mucho más profundo, que si bien, nos pueden brindar buenos momentos y aligerar tensiones, pero no son la verdadera solución a los problemas emocionales.
El autocuidado auténtico no siempre se ve lindo en una foto, ni se logra en cinco minutos. A veces implica incomodidad, disciplina y constancia. Pero es precisamente allí donde está su valor.
Algunos ejemplos de autocuidado real son:
Dormir lo suficiente: descanso de calidad, apagar pantallas y priorizar el sueño antes de ver una serie más.
Alimentarse de forma balanceada: no como castigo o dieta, sino como una manera de darle energía y nutrición al cuerpo y claridad a la mente.
Mantener buenos vínculos: establecer lazos significativos con los miembros de tu familia, amigos, compañeros de la escuela o el trabajo es primordial.
Mover el cuerpo regularmente: ejercicio, caminatas, bailar. No para cumplir con un ideal físico, sino para liberar tensiones y mantener la salud del cuerpo, la mente y el espíritu.
Terapia psicológica: ir a terapia nos ayuda a entender mejor nuestras emociones, nos aclara el camino para desempeñarnos mejor y con más libertad en la vida; nos ayuda a promover relaciones sanas, le da un sentido más claro a la vida de cada persona, entre muchos otros beneficios.
Espacios de reflexión y/o meditación: es otra forma de hacer una pausa y adentrarnos en nuestras sensaciones y conocer más nuestro mundo interior.
El autocuidado no siempre será placentero en el corto plazo. Puede significar, por ejemplo, renunciar a una salida porque tu cuerpo necesita descansar, afrontar una conversación difícil para cuidar tu salud emocional, soltar relaciones que drenan tu energía o invertir en terapia en lugar de en algo material.
Lo que no se ve en redes sociales es que el verdadero bienestar se construye paso a paso, respetando el proceso individual de cada uno y con decisiones que no siempre son populares ni fáciles.
Y algunas de las preguntas que probablemente vienen a la cabeza de cualquiera son, ¿y cómo lo logro?, ¿y por dónde empiezo?
Una forma práctica sería hacer una lista de necesidades reales: ¿qué es lo que más necesitas: descanso, tiempo para ti, movimiento, conexión social?
Elige un hábito sencillo. No intentes cambiar todo de golpe, comienza por lo que hoy te aporte más calma.
Sé constante, no perfecto. El autocuidado no es una meta que se alcanza, es una práctica diaria que se ajusta según tu vida.
Acuérdate que pedir ayuda también es cuidarte. Darte la oportunidad de comenzar un proceso terapéutico y que te acompañe un verdadero profesional de la salud mental es un acto de autocuidado profundo.
El autocuidado auténtico no se compra en una tienda. No depende de un producto, sino de la forma en que organizamos nuestra vida, nuestros límites y nuestras prioridades. Se trata de aprender a escucharnos y responder con lo que realmente necesitamos, aunque no sea tan atractivo para subir a redes sociales.
Porque al final, cuidarnos no es una tendencia, es una forma de vivir más plena y consciente.